lunes, 27 de septiembre de 2010

EL VIEJO Y EL "MAL"

EL VIEJO Y EL “MAL”
Por: Cheo “Jemingüey” Breñas.

Erase que se era la historia de un viejo cagalitroso que le encantaba el mar (perdón, EL MAL). Y que el destino puso en sus garras una pequeña isla de gente buena y tranquila que desbordaba de alegrías y libertades que jamás otros tuvieron, con garantías de supervivencias mucho mayores que sus iguales.

Emocionado con la adquisición de tan importante pieza, desestimó la ayuda de sus colegas de siempre y se apoderó del usufructo cercando con una gran muralla, lo que consideró su espacio y su conquista. Entonces comenzó a sentirse como aquel triunfador de un torneo que se enferma de grandeza “hinchándose, hinchándose e hinchándose tanto de gloria” que terminó apartándose de la comunidad con el convencimiento propio de ser omnipotente y único, y poder además hacer todo a su capricho y antojo.

Viejo lobo de mar y conocedor de las especies marinas (perdón, humanas), pronto se dio cuenta de que podía sacar un mayor provecho de aquella suerte si lograba engañar a la presa con su verborrea, prometiéndole cuanto se le ocurriera, aunque no fuera creíble. Porque al fin que no le importaba lo que pudiera sufrir el espécimen, cuando su propósito tenía para él un sentido más personal y una intención más duradera que la propia vida, LA GRANDEZA.

“Apirañado” de aquel gran trofeo y sin saber qué hacer con él (porque en realidad le importaba más la fama y los premios “Nobeles” que la presa en sí), comenzó a sacrificar con saña y alevosía cada pedazo de lo que consideraba “su propiedad” sin el menor de los escrúpulos.

Al correrse “la bola” (es decir, el comentario) de que a cambio de la fama y la grandeza, aquel viejo idiota se despojaba fácilmente de las riquezas que su presa desbordaba, se llenó de tiburones (entiéndase terroristas, guerrilleros y mafiosos del comercio y la política internacional) buscando apoyo y sobre todo “dinero” para sostener increíbles e inexistentes ejércitos del terror, con promesas de gobiernos subyugados en el futuro, a los caprichos e ideas del susodicho viejo loco; personajes por demás, ávidos de riquezas, que vieron en el estúpido viejo una gran posibilidad de obtener todo lo que necesitaban para lograr labrarse un futuro sin mucho esfuerzo.

Así pasó el tiempo y lo que fue una gran isla llena de riquezas y alegrías, pronto se convirtió en un recuerdo esquelético de un mal tramado plan personal, lleno de engreimiento y egolatría que no tenía la menor posibilidad de sobrevivir ni de avanzar. Y lo que en un inicio fue un presente colmado de abundancia, con el tiempo traspasó las líneas del futuro sin saberlo (porque se perpetuó en ese presente) sin haber logrado más que los propósitos de la mal llamada alma de su hipócrita dirigente. Así, cuando ya no hubo nada que ofrecer, el decrépito viejo alucinante, culpó de su fracaso a aquellos que Él mismo aisló, acusándolos de tenerlo “bloqueado” en sus planes de estabilización y desarrollo.

Entonces, cuando el desquiciado veterano notó que empezaba a quedarse sin recursos para alimentar a todas aquellas pirañas que lo adoraban y engrandecían, concibió otro macabro e irrespetuoso plan para crear fondos que le permitieran seguir manteniendo a sus aduladores. Y decidió entonces abrir las puertas de su comercio a todo aquel extranjero que quisiera invertir en “su propiedad”, dando carta abierta a cualquier tipo de mercado. Razón por la cual no tardaron en aparecer incautos que pensaron podían “bailar en casa del trompo” y comenzaron a importar a la isla todo lo que como negociantes manejaban, incluyendo grandiosas cuentas comerciales. Estos nuevos inversores, olvidando los consejos de quienes habían sido ya robados y estafados por este viejo sabandija, se lanzaron a la aventura de acaparar un nuevo y virgen mercado con el propósito de sacar lo que ellos pensaban era un suculento provecho. Lo que no sabían era del alcance de la hipocresía y la maldad de aquel adefesio andante, que cuando sintió era el momento oportuno, intervino todas las riquezas de aquellos ilusos mercaderes y se quedó con todas las posesiones y dineros de estos pícaros estúpidos. Y los robó, y los robó, y los robó y los sigue robando porque no le enseñaron jamás a respetar la propiedad ajena.

Y entre promesas y sacrificios exigidos por la imposición, el viejo de mierda logró mantenerse por toda su eternidad, pues quienes nacen con la gracia de ser creídos, serán sin lugar a dudas el emblema de los ignorantes y de los imbéciles, que jamás comprenderán en sus cerebros vacíos el daño que infringieron a los suyos con su servilismo y cobardía.

Al final, aquella gran isla que se consideraba afortunada de sentirse la mayor, más saludable y respetada de su especie, termino enferma y desahuciada por tantos sacrificios en vano proyectados en las locas ideas de aquel engendro del mal. Por ahí se cuenta que un día despertó de aquel sueño inútil y con las pocas fuerzas que le quedaban, gritó su dolor. Pero qué pena… nadie la escuchó.

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