miércoles, 20 de enero de 2010

¡GRACIAS A DIOS!

¡GRACIAS A DIOS!
Por: Cheo Breñas.

Si algo me llama la atención de los seres humanos es la hipócrita costumbre de dar gracias por todo; y sobre todo… a Dios.

Cada vez que sucede una desgracia y los reporteros comienzan a entrevistar a los sobrevivientes, la primera frase que se escucha es: -…yo quedé vivo ¡Gracias a Dios!- Y resulta… que a la persona en cuestión, “el vendaval” o lo que fuere… le llevó a toda su “numerosa” familia, sus bienes y le dejó además laceraciones en su cuerpo de gran envergadura.

¿Cómo es posible que a pesar de todo esto, todavía le den ¡Gracias a Dios!? Será que tienen aserrín en el cerebro o que no se les ocurre otra cosa que repetir esta ya tan gastada frase que sus guías le enseñaron. Yo se que gente inescrupulosa (vividores de la palabra), han penetrado muy fuertemente en el cerebro de estas personas, haciéndoles creer que deben agradecer a Dios por sus vidas. Pero ya es tiempo de que recapaciten y miren hacia delante, que razonen sobre los aconteceres de este mundo y que empiecen a dilucidar sobre la realidad que nos envuelve.

¿Qué tiene que agradecerle a Dios una persona, que ha perdido todo lo que tenía un porqué en su vida? No es justo que te arranquen todo aquello que amaste y además tengas que agradecer irónicamente a quien, de alguna manera y según dicen, tiene el suficiente poder para evitarlo. ¿No será acaso una locura imaginar esto? ¿Cómo está eso de que por una parte te digan “amaos los unos a los otros” y te enseñen a querer a la familia inculcándote el amor por los tuyos, cuando en otro momento y sin el menor escrúpulo, te los matan? ¿De qué sirve estar vendido a un Dios que cuando lo necesitas no está ahí para ayudarte? Lo curioso es que después te hacen creer que algún propósito tuvo el “señor” para dejarte a ti con vida. ¿Y para que querrías la vida si todo aquello por lo que luchaste se esfumó como por arte de magia? ¿Para que querrías la vida si tus hijos y todo aquello que amabas ha desaparecido? ¿Y para que querrás entonces la vida si ya no te quedaron fuerzas ni salud para seguirla?

El mundo está lleno de frases como estas, que de tanto escucharlas se van haciendo parte de nuestra expresión y cotidianidad. Frases como: -Alabado sea el señor-, -Que Dios te bendiga-, -¡Ay Dios!-, -Que la paz del señor sea contigo-, -Primero Dios-, - amen-, -amen- y –amen. Frases que pasadas de ser un modismo, no encierran otra cosa que una intención calculada para recordarnos la existencia del susodicho “Señor”, que a la larga, sólo ha demostrado ser un incompetente ante los problemas de la humanidad, serpenteando cada desgracia y dejándonos caer sin inmutarse en ellas.

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