jueves, 4 de febrero de 2010

NO ESTOY DE ACUERDO

NO ESTOY DE ACUERDO Por: Cheo Breñas.

-No estoy de acuerdo, no estoy de acuerdo y no estoy de acuerdo…-. –Pssss… pssss… señor Licenciado… ¿Ya leyó la propuesta de su colega?-. –No-. – ¿Entonces porqué no está de acuerdo?-. –Aún no lo se, pero para eso soy de la oposición... ¿o no?-.

Esta es una constante entre los grupos que representan a los partidos políticos en todo el mundo. No es relevante el tema que se trate, lo importante es obstaculizar las ideas y proyectos de la oposición. Si está bien o está mal que importa, lo primero es boicotearlo para que el “enemigo” no pueda anotarse puntos.

Que lástima de nosotros que sólo nos queda soñar con que algún día elijamos un buen representante y se percate que lo pusimos allí para que nos ayudara, no para que ganara nada, que no sea más que su ya bastante exagerado sueldo.

Supongo que estaremos de acuerdo en que la política es un jugoso negocio al que se aspira por vocación. Es esa empresa a la que más que dinero, hay que echarle horas de sueño planificando y convenciendo a las demás personas para que voten en tu favor. El dinero promocional (absolutamente necesario si quieres darte a conocer) lo pondrán aquellos que verán en ti un buen “gallo” a su favor y con los que te comprometerás de por vida si piensas seguir. Todo un hervidero de criterios encontrados, donde sólo se piensa en descubrir los más impensables defectos que desacrediten las ideas del bando contrario, un juego, que como en la bolsa, no siempre se gana, pero en el que si habrá siempre dinero para apostar.

Un político nace generalmente de una inquietud solidaria y humanista, una molestia por la mal distribución de las cosas en el mundo y el deseo de arreglar todo aquello que otros no pudieron. De una juventud inconforme y rebelde con sobradas ganas de hacer algo por el bien de la patria o la sociedad misma. Arrastrado por ideas ya concebidas que despiertan anhelos y que pretenden  tumbar las paredes que limitan el mejoramiento de los pueblos.

Todas estas ideas bullen en la mente de los “pichones” de políticos, que animados por sus propios compañeros se dan a la tarea de impulsar o crear un partido para elevar la voz y los reclamos. Se pierde el miedo escénico y se combate desde las tribunas donde se aprecia la importancia del apoyo. El primer blanco son los pobres y los desamparados, que sin otra opción se dejan arrastrar hasta las urnas. Estos elementos, los sufridos, los que nunca han tenido nada, son los elegidos por excelencia para comenzar cualquier lucha; masa muy fácil de manejar dada las circunstancias y un número muy grande de simpatizantes para el día de las elecciones. Sólo una vil promesa donde se especule sobre un mejor estilo de vida y garantizado el voto. Total… ¿Qué pueden perder?

Hay una fuerza en el corazón de estos paladines de la mentira, que nadie podrá cambiar hasta conseguido el triunfo. Hombres llenos de románticas ideas liberales, en las que creen y a las que defienden con uñas y dientes, ”el equilibrio de las sociedades”. Y es real que la mayoría de los políticos (exceptuando los trepadores), llegan al poder con ideas sanas e ideologías definidas; lo que pasa es que ya alcanzado el propósito, tienen que cambiar sus criterios y adaptarlos a los distintos tipos de corrientes que allí fluyen. En ese ambiente se mueven muchas cosas en las que te obligan a participar si quieres mantenerte en el puesto, pues una cosa es la candidatura y otra muy diferente es la posición. Tendrás que respetar las intenciones del partido que te apoyó (estés de acuerdo o no) y olvidarte de la plebe, porque los grandes no tienen tiempo para mirar donde los de abajo y tu verdadero compromiso es con aquella nueva clase que te rodea y apoya.

Un buen candidato debe tener carisma (hoy belleza física), un verbo elocuente y una sonrisa marcada; una mente ágil y mucha facilidad para mentir; si no, por mucho que ladres no llegarás a ninguna parte, porque siempre habrá quien se encargue de que no lo logres.

Es muy difícil tratar de arreglar algo que ya está corrupto; primero porque los que llevan tiempo allí no lo aprobarán, están tan comprometidos que no te apoyarán, (estas sólo) y segundo porque cuando conoces las delicias del poder, empiezas a pensar más en ti que en todos los sueños que pudiste haber tenido antes; total que… ya estas ahí y no se debe torcer a la suerte. Aunque sí es cierto que existen algunos que esquivan estos obstáculos arriesgando hasta su propia vida o cuando menos insertando con hábiles artimañas algunos propósitos ya concebidos.

Lo decepcionante es que siempre caemos en sus juegos y celebramos con satisfacción sus triunfos. Allá vamos todos a apoyar a nuestro candidato y a pelear por subirlo hasta la silla, impetuosos y frenéticos por ganar aunque no sepamos exactamente qué. Pues... y a pesar de todo, es importante que allí estemos aunque sea para que nos cuenten.

Con todo y estas contradicciones, tengo fe en que el presidente Obama logre ser más hábil que ese montón de “dinosaurios” que lo asedia y pueda llevar a cabo alguno de sus propósitos, aunque afecte (desgraciadamente), el bolsillo de algunas personas que estimo.

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